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La disputada banda de los 900 Mhz

septiembre 9, 2010

900 Mhz es algo más que una frecuencia del espectro electromagnético: es la franja más querida y ambicionada del espacio de ondas que dejó libre el fin de la televisión analógica, y que oscila entre los 300 megahercios y los 2,5 gigahercios.

En realidad se trata de un rango de frecuencias relativamente pequeño pero con características muy especiales. Para empezar no está tan saturado como sí lo están las ondas de rangos inferiores, que compiten tanto con las ondas de radio como con las de la TDT. La franja de los 900 está relativamente libre y accesible para desarrollar servicios inalámbricos sobre ella.

Por si fuera poco, que ya es mucho en la era de las «telecos», esta franja de onda larga presenta unas condiciones deliciosas para todo tipo de servicios remotos y sin cables. Sortea bien los accidentes orográficos y las perturbaciones atmosféricas, y su cobertura es amplia y extensa. En otras palabras, con una sola antena se cubre un vasto territorio. No en vano, fue una de las frecuencias utilizadas cuando en los ochenta se desarrolló la red de telefonía móvil rural en zonas de difícil acceso, el conocido TRAC.

Foto: Montuno

Son tales sus ventajas, ya comprobadas con TRAC, que las operadoras de telefonía consideran que los 900 mhz es el rango idóneo para el desarrollo de la internet móvil rural, que en muchas zonas de España será la única internet que haya, ya que hasta la fecha no ha llegado nada, y menos el ADSL. Pero sobre todas sus ventajas hay en especial una que convence definitivamente a los operadores: permite ofrecer servicios 3G con bastantes menos antenas por Km cuadrado, para una misma cobertura, que otros rangos de frecuencias. En otras palabras, sale sensiblemente más barata.

Precisamente por estos bajos costes de despliegue, el ministerio tenía en principio pensado que la banda de los 900 fuese destinada a usos ciudadanos y públicos (comarcales, municipales, vecinales, etc.), ya que las inversiones factibles iban a ser por defecto menos poderosas. Era, y es, una manera de compensar que el grueso del espectro liberado por la TV analógica, de propiedad pública, sea revendido como el pescado en una lonja sin contar con la consulta de los ciudadanos.

Y así andan, de momento, las cosas a seis meses de la desaparición total de la tele «clásica»: las frecuencias liberadas (el llamado «dividendo digital») no ha sido reasignado y las operadoras se niegan a desarrollar la red rural en la frecuencia que en principio les tiene preparada el Gobierno, los 2,5 gigahercios. La razón es clara: la onda es más corta y por tanto se precisan más antenas para cubrir el mismo territorio, lo que dispara los costes. ¿Se pondrán de acuerdo? ¿Acabarán los usos ciudadanos una vez más relegados al cubo de la basura de las buenas intenciones?

Vodafone ya ha lanzado un globo sonda para presionar al Gobierno asegurando que tiene todo listo para comenzar el despliegue de su red de acceso a internet por móvil en el rural a 900 megahercios, y sólo espera el permiso oficial para darle al botón de «activar». Por supuesto, lo que no cuenta es por qué le interesa tanto llevar a cabo este despliegue. ¿Puede ser porque el ministerio de Industria dará ayudas millonarias a las empresas que colaboren en el despliegue del acceso web como servicio universal, una de sus promesas estrella de este año?

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